Capítulo 25 —Preguntas sin respuestas
Narrador:
El aeropuerto estaba tan cerca que apenas hubo tiempo para que Lorena calmara el torbellino de pensamientos que la perseguía desde que salieron del hotel. En cuanto llegaron, subieron al lujoso jet privado. Franco, como siempre, parecía el dueño del mundo mientras la guiaba al interior.
—Siéntate donde quieras —dijo, señalando las cómodas butacas de cuero blanco con un gesto despreocupado. Luego, con una sonrisa que no auguraba nada bueno, agregó —Aunque, si fuera un esposo amoroso, te sentaría en mi regazo.
Lorena frunció el ceño, lista para replicar, pero Franco, con una rapidez que la tomó por sorpresa, la agarró de la muñeca y tiró suavemente de ella hasta hacerla sentarse sobre sus piernas.
—¡Franco! —protestó en un susurro.
La posición era demasiado íntima. Sus miradas se cruzaron, y la atmósfera pareció cambiar, volviéndose densa y cargada. Franco levantó una mano y acarició su rostro con una suavidad que contradecía la firmeza de