Mauricio, viendo los moretones en su hombro, sonrió sin hacer ruido.
—¿Te llevo a bañar?
—Iré yo misma en un momento.
Valeria, viendo que él se calmaba, resopló fríamente. Tomó el sobre de la mesita de noche y se lo entregó.
Mauricio observó la carpeta con una sensación inquietante en su corazón. Miró a Valeria. Ella, rascándose la barbilla del hombre con una mano, sonrió ligeramente.
—¿No quieres verlo?
—No, —respondió Mauricio, tragando saliva.
—Ábrelo, al fin y al cabo somos esposos. Deberías ver lo que hay dentro, —dijo Valeria, echándole un vistazo—. ¿Quieres que te ayude a abrirlo?
Mientras hablaba, empezó a desenredar el cordón que cerraba la carpeta. Mauricio la tomó, diciendo con voz ronca.
—Déjame a mí.
Para él, ese documento era como una bomba de tiempo, pero no tenía más remedio que desatar el cordón poco a poco.
Mauricio metió la mano y sacó algunos papeles. Al no ver las palabras que temía, suspiró aliviado, pero pronto frunció el ceño, confundido.
Se trataba de un inform