Más tarde aquella noche, la cabaña neutra se llenó de vida. El exterior, vibraba alegremente con la música que Rafael había seleccionado para la ocasión.

En las mesas, que se habían colocado incluso cerca del lago, los lobos de las dos manadas charlaban y reían despreocupadamente en completa armonía, como si nunca hubiesen pertenecido a dos manadas distintas.

En cuanto a los cachorros, ninguno tenía reparo en seguir al líder más joven. Obedeciendo las indicaciones de Ares, los niños de ambas manadas correteaban felizmente entre las mesas, mientras que otros, se escondían entre risas bajo los manteles.

La mesa más abarrotada, era la de Keren, Zeth, Duncan y Noa, quienes, al parecer, atraían a los niños como abejas a la miel. Debido aquello, Noa no paraba de molestar a la pareja, preguntándoles cuándo se pondrían a hacer cachorritos propios.

Zeth respondía que apenas su manada estuviese de pie. Keren, por su parte, hacía de oídos sordos y jugaba con los cachorros que se escondían bajo s