Tengo dos meses recluido en mi habitación, Daniela se acerca a despertarme, me trae el desayuno a la cama, porque no soy capaz de levantarme. Las ventanas están cubiertas por cortinas oscuras y solo permito ingresar a Gabriela cuando reemplaza a mi pequeño ángel.
Estoy sumido en una depresión terrible. Magaly intentó sacarme, pero no pudo conseguirlo de ninguna manera.
Luego de despedir a Camila y a mi hijo, no volví a ver la calle. El dolor se instaló en mi pecho como una constante. Me ha crecido el cabello, la barba, he descuidado mi apariencia totalmente.
Llaman a la puerta, no sé qué hora es. Ya no sé cuando es de día o de noche. Sin esperar a que hable, se asoma ella con su sonrisa llena de esperanza.