CAPÍTULO 11 – Una taza rota deja cicatrices.

La fiesta seguía su curso, me senté en la mesa nuevamente, admirando como la gente bailaba junto al escenario, donde tocaba la orquesta.

Estaba cansada de huir de Han Tae Sang. Se había pasado la tarde persiguiéndome, intentándome hacerme entrar en razón, o así lo llamaba él. Pero ya era tarde, ya no quería volver a ser engañada por él. Estaba harta de secretos, de mentiras, de fingir, de aceptar vivir en una casa donde no era feliz, el tener que soportar a su madre para poder estar con él. No, no quería volver a aquello, era más feliz en aquel momento.

Mi hermano acababa de llegar a la mesa, me miró preocupado mientras se sentaba a mi lado.

  • Alegra esa cara, Ana – me espetó, mientras cruzaba los brazos, desafiante – tu hermana pequeña acaba de casarse.

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