Estaba en la mesa cuando la vibración del teléfono me sobresaltó tanto que casi se me cae en el plato del desayuno. Apenas había terminado de comer, con el sabor del café y los panqueques aún presente en mi lengua, cuando el nombre de Scott apareció en la pantalla. El corazón me latía con fuerza.
Tragué saliva y me llevé el teléfono a la oreja.
—¿Hola, Scott?
Su voz sonó cálida y directa, como siempre. —Mi querida Sabrina.
Fue su tono tranquilo lo que me puso inmediatamente en alerta. —Sí, Scott. ¿Está todo bien?
Exhaló suavemente, y luego...
—He contactado con tu madre.
Me quedé paralizada. Mis pensamientos se atropellaron antes de convertirse en un único suspiro entrecortado. —¿Tú… tú? ¿De verdad hablaste con ella?
—Contestó al primer timbre —respondió.
Me tapé la boca con la mano mientras sentía un calor intenso detrás de los ojos.
—¿Qué te dijo? —Mi voz se quebró, avergonzada.
—Bueno… no dijo mucho, como era de esperar. Solo que había estado esperando noticias tuyas. —Una breve pa