El coche seguía zumbando suavemente cuando finalmente se disipó el silencio entre nosotros. Habíamos follado en el baño y en el coche. Mi cuerpo también vibraba, de maneras que no podía explicar, de maneras en las que no me atrevía a pensar demasiado. Estaba acurrucada contra Scott en el asiento trasero, con la cabeza apoyada en su pecho, y mi cuerpo me dolía de maneras en las que no quería pensar. Podía saborearlo, aún sentía cómo su mano me agarraba.
No podía dejar de sonreír. Tenía los labios hinchados, el pelo revuelto, y aun así sonreía. Esa extraña y vertiginosa alegría que venía con la forma en que me abrazaba como si fuera a desaparecer.
Scott no había dicho mucho desde entonces. No le hacía falta. Su mano seguía envuelta alrededor de la mía, fuerte y firme, rozando ocasionalmente con su pulgar mi piel y la coronilla. Se recostó en su asiento, con una expresión indescifrable para cualquier otra persona. Pude ver la dulzura en sus ojos.
Cuando el coche aminoró la marcha y entró