Alejandro la miró, con una ternura infinita en sus ojos. Se inclinó hacia adelante y besó su mejilla suavemente, sin querer despertarla. Luego, acomodó las sábanas alrededor de ella, asegurándose de que estuviera cómoda, y apagó las luces, dejando solo una tenue iluminación proveniente de la lámpara de la esquina de la habitación.
Antes de acostarse a su lado, Alejandro se detuvo un momento para mirarla. Luciana parecía tan en paz, tan hermosa. Se inclinó una vez más y la besó suavemente en los labios, apenas un roce, para no interrumpir su sueño.
Finalmente, se deslizó junto a ella en la cama, abrazándola por la cintura, y cerró los ojos. El calor de su cuerpo junto al de ella era reconfortante, y pronto, el sueño también lo alcanzó. Estaba en paz, sabiendo que tenía a la mujer que amaba profundamente entre sus brazos.
Al dia siguiente.
Luciana y Alejandro llegaron a la imponente oficina, el sonido de sus pasos resonando en el suelo, Luciana se sentía nerviosa, lo único que quiera er