Aquella idea que Ethan tenía acerca del moreno de piel blanquecina pronto se esparció por la escuela en los días venideros, trayéndole problemas.
En el diario recorrido de la casa a la escuela, todos los ojos se posaban sobre él, haciéndole sentir incómodo, y aunque los más pequeños aún le veían con dulzura, las miradas de los mayores llenas de desaprobación e incluso de repulsión le lastimaban.
Nunca decía nada. No quería ver a Matías enfadado; no quería que se metiera en problemas por su culpa... aunque el trato empeorara en el instituto.
Sus libros ahora tenían las hojas marcadas con letreros enormes llamándolo "tonto" o "enfermo." Nunca supo por qué de la noche a la mañana el insultarlo se estaba convirtiendo en una especie hábito, así como jamás supo por qué precisamente él era la víctima. Ahora las niñas ya no se detenían a dedicarle sonrisas o desviaban la atención de la clase para voltear a verle en silencio; ya no le buscaban para que les explicara l