Zaideth “parte dos”:
Fue la primera vez que me senté frente a un computador sintiéndome inspirada. En mi mente su sonrisa se reproducía una y otra vez; era mágico.
Sentía que algo dentro de mí se retorcía de la emoción y quería sacarlo: hacer arte. Así que comencé a escribir toda una lluvia de ideas. Era mi mayor secreto, y eso me fascinaba, porque podía pasar días enteros frente a mi escritorio, encerrada en mi cuarto. Cuando necesitaba descansar, me estiraba en la silla del computador o caminaba y me asomaba por la ventana, observando la panorámica de casas blancas con árboles de mango sembrados en las terrazas.
A veces, cuando necesitaba averiguar sobre redacción de novelas, me iba a la biblioteca del Banco de la República, podía alzar la mirada del libro y observar por los grandes ventanales