Capítulo 51

Llegué hasta la gran vivienda de dos pisos, que, al igual como las otras estaba enrejada por un portón negro, donde se encontraba un lujoso auto negro parqueado en la terraza.

Ya tenía unas llaves de la vivienda para poder entrar, así que no timbré y pasé directo a abrir el portón.

Al caminar por la sala comencé a llamar a la señora Liliana, pero no me respondió. Subí las escaleras en forma de caracol que comunicaban con el segundo piso, sin dejar de llamarla y al estar cerca de su habitación escuché una pequeña vocecita que me decía:

—Aquí estoy, hija.

Abrí la puerta sintiéndome intranquila. La encontré acostada en su cama, con las manos sobre su vientre.

—Señora Liliana —solté preocupada—, ¿qué tiene?

—Ay, niña —dijo con voz apagada—

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