Ya te dije que ese mocoso no es mi hijo.
-¿Entonces de quién?-mis manos tiemblan y la escopeta pesa muchísimo.
-Si no es del difunto Ramiro, me imagino que es de otro hombre que obviamente no soy yo.
-Amor mío, entiende que no he estado con más nadie, solo tú… Mi vida.
-Coral, mejor cállate, ¿No ves que me es difícil creerte?-Claro era de esperar que él aún está dolido, y la causante de todo eso, he sido yo. Noté como sus bellos ojos se hacían agua y esa imagen dolió en el fondo de mi corazón, tenía ganas de darle un abrazo. Pero en el fondo tenía el temor de que me hiciera daño.
-Deivis, lo sé, y créeme que no ha sido fácil para mí durante todo este tiempo, mi vida no ha tenido sentido desde que te marchaste por aquella puerta en el hospital.
-¿Y crees que para mí sí?-Agacho su cabeza.
-Amor, acabemos con todo este calvario, volvamos a ser felices como antes. Levantó su cabeza y me miró, sus ojos estaban demacrados y reflejaban una cruda tristeza, y su boca estaba morada, ya no