Ava cerró los ojos, mientras entreabría su boca para recibir la de Daniel por completo. Esos besos húmedos se estaban volviendo una constante para la joven… para los dos en realidad. Sus rostros se ladeaban de un lado al otro y Ava subió sus manos para apretar el cabello rebelde de su prometido, él en cambio comenzó a desabotonar esa blusa que ya conocía más que bien, pero pronto ella se sobresaltó y tomó la mano de Daniel para que se detuviera.
—Daniel, ¿qué haces? En serio… esta es la oficina —musitó Ava, con la respiración entrecortada y una sonrisa leve que Daniel no pasó por alto.
—Pero mi amor… ¿qué pasa? La puerta está con llave, nadie puede entrar aquí más que tú y yo, y nosotros estamos aquí, así que no le veo el inconveniente —dijo Daniel para comenzar a besar aquel cuello tan deseable para él.
—Sí, lo sé, te creo pero… aun así siento que no es correcto y además, estoy insegura —comentó Ava, mientras cerraba sus ojos y levantaba más su mentón para sentir los besos ardiente