Amor en la sombra
Amor en la sombra
Por: SophiaH
Capitulo 1

 Alguna vez fui alguien verdaderamente amada, acompañada, cálida y sin sentimientos de culpa. Estaba en el vientre de mi madre, Cecilia. Por razones injustas tuve que salir de ese lugar y empezar a respirar el aire del mundo exterior. Tener que vivir esta tortura llamada: Vida.

            Nací el 15 de Julio de 2004, el día en que fue lanzado por los estados unidos el satélite Aura al espacio, el cual está diseñado para una duración mínima de cinco años. Gracioso, porque he sentido toda mi vida que dure estable hasta los cinco años, no sé, siento que después de esa edad algo me pasó. Se siente como si algo me estuviese carcomiendo a mí misma siempre, como una clase de animal alimentándose de mis órganos e inyectándolos de malas decisiones, malas acciones y malos sentimientos.

            Según la psicología cuando un niño llega a la edad de cinco años ya empieza a relacionarse con ideas abstractas como la muerte, el origen y el final. También empiezan a ser más autóctonos sobre sí mismos, siendo conscientes de sus cuerpos, de sus mentes, de sus emociones. Son capaces de entender cuando se presenta una responsabilidad y tomar decisiones según sus propios intereses. Se supone que deberían tener un comportamiento más apacible y dócil.

            Bueno, esa docilidad a mí no me paso. Con cinco años yo ya mandaba a mi padre al carajo. Lo odiaba tanto y todo el tiempo, nunca entendía porque, y tampoco entendía porque la relación que tenía con mis hermanos mayores era tan diferente a la que tenía conmigo. Tal vez a veces pasan cosas y no tienen por qué tener sentido y tampoco tenemos que entenderlas, solo las sentimos. Pero admito que odiar a mi padre ha sido una daga en mi pecho, constante.

            Tal vez para entender esto tendría que hablar sobre como es mi familia, mi entorno y como crecí.

            Mi nacimiento fue algo complicado, mi mamá estuvo veintiséis horas en labor de parto, no tengo detalles de porque, solamente que traje problemas desde que nací. Al ser la menor y de paso niña era la adoración de mis padres, era el regalo más hermosos que el universo le había dado a mi padre cuyo deseo siempre fue tener hijos, en especial una niña. Curioso ya que normalmente los hombres se enorgullecen más de tener hijos varones que se parezcan a ellos, como todo siempre ha sido falo céntrico. Pero mi padre, Alexey, ex miembro de la clase media y ahora político y proveniente de Austria siempre soñó con tener una hija, a la cual consentir hasta el cansancio. Pero no sé qué hice yo, no sé en que fui diferente que eso cambio, y no fui particularmente la típica “niña de papi”.

            Mi madre ni siquiera pudo participar en la elección de mi nombre, desde hace meses él ya lo tenía decidido y ella no se opuso porque realmente le gustaba. Me llamaron Alissa, con el apellido de mi padre Myer de primero y de segundo el de mi madre, Medici. Sí, como el de los famosos Medici de Florencia, solamente que mi mamá no creo que tenga parentesco alguno con aquella familia del renacimiento. El último Medici que queda es un escritor y vive en Milán. Mi mamá es de Trentino-Alto Adige, una de las veinte regiones de Italia. Ella se crio en el viñedo de mis abuelos, cuando se volvió adulta heredó el negocio y ahora es dueña de una marca de vinos más o menos grande con sedes en Italia y los Estados Unidos. Eso más su casamiento con mi padre le permitió pertenecer a la elite de Nueva York.

            Mi padre es guapo, simpático, bastante carismático, sociable, sumamente extrovertido. Una persona más racional que emocional, observador, analítico, crítico, y muy asertivo a la hora de exponer sus ideas. Según la metodología de evaluación de personalidad de Myers-Briggs “MBTI”, el tipo de personalidad de él es ESTJ (Ejecutivo). No creo que exista mejor manera de describirlo a él.

            Se dedicaba a la política, pero trataba cada aspecto de su vida como bienes, no importaba que. Amor, familia, amigos, colegas, creencias, valores. Él se aseguraba de que todo lo que estuviese en su vida le trajera consigo un beneficio para él, obviamente monetario. Mi padre nos enseñó que el dinero te hace invencible, poderoso, intocable. Y su secreto para hacer dinero fue estando en los círculos sociales indicados, susurrando en los oídos de gente más poderosa y ayudándolas a decidir el curso de la sociedad básicamente.   

            Mi señor progenitor, Alexey Myer, es nada más y nada menos que el dueño de la consultoría política más importante de los últimos años, La “Myer & Myer Company”. La compañía de mi padre es contratada por magnates políticos para que dirijan sus campañas. El junto con su equipo de graduados en ciencias políticas, desarrollan estrategias de publicidad y marketing enfocadas en hacer que la persona que los contrate gane cueste lo que cueste. Mi padre ha llevado a la presidencia a hombres cuyos nombres no diré, no solo de este país, sino del mundo. No solo asesora a adinerados con deseos de dirigir poblaciones, también ha aconsejado a miembros de la realeza europea a mejorar sus imágenes públicas. Mi padre conoce los secretos sucios de esa gente, las cosas horribles que han hecho para ganarse el desprecio de la gente, y el mismo ha limpiado sus nombres para que vuelvan a tener la simpatía de la gente y que defequen todo igual o peor.

            Que nosotros nos volviéramos tiburones era de gran importancia para él, por eso nuestra educación fue rigurosa, exigente, y lo mínimo que nos exigía es que fuésemos los mejores en todo lo que hacíamos. Él quería que fuésemos gente de éxito, siempre nos decía: “-El dinero es el que decide el destino de las cosas. No solo en la política, en todo”.

            A mi hermano mayor, Alek, lo hizo estudiar medicina y crearse a su vez una carrera en el mundo de la natación. Llegó a los juegos olímpicos y ganó medalla de oro en los cien metros libres. Regresó a casa siendo el primogénito perfecto, después hizo su especialidad en neurología graduándose con honores de la universidad de Columbia. Tiene una fundación para curar tumores cerebrales para niños de bajos recursos, una esposa medico igual que él, una casa enorme y planes de tener hijos. Y no digamos que es el jefe de neurología del hospital NewYork-Presbyterian. Nada más y nada menos que el mejor hospital de Nueva York desde hace 21 años según News & World Report's.

            Mi segundo hermano, Alessandro, para mí va en contra de todo el cliché del hijo del medio, siempre se lo digo. Porque Alessandro fue el menos rebelde de nosotros tres, el más dulce y el que mejor soportaba las exigencias de papá, tan empático que podía hasta empatizar con alguien tan difícil como nuestro padre. Sus ojos avellana siempre me miraban con complicidad cuando me salía con la mía. Alessandro decidió estudiar derecho en Harvard, se acaba de graduar con un promedio de 4 perfecto. Y su mayor puntaje en las pruebas era de 172, cuando el promedio en la escuela de leyes es de 169. Ahora está trabajando en abrir su propio bufete en Seattle. El podrá ser el niño dulce de la familia, pero a nadie engaña, yo siento que se fue lejos de Nueva York para estar lejos de nuestros padres. No lo juzgo, en lo absoluto.

            Pero realmente no lo sé a ciencia cierta. Ninguno de mis dos hermanos me ha expresado cuando se sienten tristes o enojados. Solo me cuentan las cosas buenas de sus vidas.

            Y yo soy el dolor de cabeza de mi padre, mi mamá está un poco cansada de mí, y llegados a este punto supongo que me quieren porque soy su hija, pero no les agrado. De por si nacer es una tragedia, el universo me castigó una segunda vez al nacer siendo cáncer. Uno de los signos más emocionales y sensibles del zodíaco. Los cánceres son criaturas llenas de afecto y compresión para dar y para recibir, y ese ha sido algo que ha chocado con mi familia todo el tiempo, en especial con mis padres. En mi familia no se acostumbran los abrazos, las palmadas en los hombros, ni mucho menos palabras de aliento. El cansancio no existe, si le dices a papá que estás cansado él te responderá: “-Ve y hazlo de nuevo”.

            Al igual que mis hermanos también fui orillada a ser sobre saliente en todo. El mejor promedio de mi generación desde la primaria hasta que me gradué de la preparatoria. Lo cual todo esto es irónico, ya que no sirvió en absolutamente nada cuando me tocó aplicar para la universidad. A mí me pasó que fui sobre saliente en todas las materias del colegio y nunca hubo uno en específico para concentrarme, entonces cuando mi papá me preguntó; “-¿A cuál carrera aplicaras?”, no supe que responder. Ese es el problema de no tener tiempo para ti y solo pensar en complacer a los demás. Y es que desde los 5 años hasta los 18 estuve en tantas clases extracurriculares, igual que mis hermanos. Estuve en piano, francés, ballet, gimnasia, danza árabe, tenis, natación, violín, oratoria, equipo de debate, equipo de ajedrez, fui la presidenta del consejo estudiantil los 3 años de preparatoria, Voleibol, mandarín, atletismo, español, literatura y clases particulares con un tutor para que mis notas siempre estuviesen con la máxima calificación. 

            De todas esas la que más me gustó fue el ballet. Pero lo deje a los 15 años cuando mi cuerpo empezó a desarrollarse, pasé de copa B38 a copa D44 en menos de 3 meses. Eso me afecto terriblemente. Ya de por si era difícil para mí lidiar con mi padre, sus exigencias y las peleas constantes con mi mamá, imagínate también tener complejos por mi cuerpo. Un día el profesor de la academia a la que asistía me dijo: “-Creo que te has vuelto demasiado voluptuosa para ser bailarina”. Después de eso lo tuve que dejar, ya no querían que yo tuviese papeles protagónicos o que resaltara mucho, y si no puedo resaltar mi padre no estaría contento, entonces deje el ballet. Seguí con la danza árabe hasta que me gradué, pero que en esa disciplina no me hayan discriminado por mi cuerpo no significa que mi sufrimiento acabó allí.

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