Y así, en su luna de miel, Krislen y Brian descubrieron el paraíso juntos. No solo en las playas y los resorts, sino en los momentos simples y profundos que compartían. Sabían que esta aventura era solo el comienzo de su vida juntos, y que cada día sería una nueva oportunidad para explorar, amar y crecer.
Continuaron explorando la isla, caminando por la playa de arena blanca y disfrutando de la tranquilidad y belleza que los rodeaba. Se detuvieron para admirar la puesta de sol, con los colores naranjas y rosados pintando el cielo sobre el mar. Se abrazaron con fuerza, sabiendo que este momento quedaría grabado en sus corazones para siempre.
Mientras caminaban de regreso a su cabaña, se detuvieron bajo un cocotero y Brian tomó una hoja de palma. Con cuidado, comenzó a hacerle una corona a Krislen, entrelazando las hojas verdes y creando un adorno perfecto para su cabello. Ella sonreía, emocionada por el gesto tan dulce y romántico de su esposo.
— Krislen, eres la luz de mi vida. Cada