—Pero Juliana, no quiero saldar cuentas.
Santiago aflojó ligeramente la presión en su agarre, la acercó con precaución y con la yema de sus dedos limpió las lágrimas de su rostro.
Bajando la mirada, casi suplicante, dijo:
—Piensa en esto como una deuda que tengo contigo. ¿Puedes devolverla más adel