Juliana se quedó sin palabras por un momento.
Con sus manos llenas de harina, se quedó parada allí desconcertada.
Después de un buen rato, tartamudeó: –En… entonces, ¿qué necesito hacer para que me perdones?
Javier guardó silencio, lo que la hizo parecer aún más inocente y encantadora.
Luego de un r