—¡Tía, feliz cumpleaños!
Una voz clara y serena salió del teléfono, disipando inexplicablemente la ira que Emiliano había contenido durante todo el día.
Levantó la mirada y echó un vistazo a su madre, que todavía estaba en la cocina. Con voz suave, dijo: —Es sorprendente que recuerdes el cumpleaños