Esa misma noche hice el amor en forma intensa con Waldo, en mi casa, satisfaciendo mis deseos de hacerlo otra vez con él convertido en hombre lobo. Las ansias las tenía de siempre y era una excitación irrefrenable y demasiado candente. Las noches en mi alcoba se habían transformado en un delirio demasiado intenso y candente. Lo imaginaba en su máxima virilidad y la candela me incineraba las entrañas, me volvía una gran pila de carbón humeante y hasta me hacía un ovillo en la cama, imaginándome a Waldo haciéndome suya con mucha pasión, emoción, encono y furia, también.
Yo estaba agobiada de muchas dudas y temores, además, demasiados miedos y estaba realmente confundida por todo lo que estaba pasando. Le pedí a gritos incluso a Waldo para que se volviera en un licántropo y se apoderara de todos mis encantos. Waldo iba a viajar en la madrugada a otro país, cubriendo información de la selección de fútbol que buscaba su clasificación al próximo Mundial. Era, entonces, una ocasión prop