A Waldo no le pareció mala la idea. -El problema es que los hombres lobo no somos reconocidos por las leyes. Para los humanos somos bestias, animales, cosas-, me recordó.
-Dimitar debe conocer algo turbio de ese sujeto y propiciar su captura-, me entusiasmé.
-Gergely podría enterarse y atentar contra Alessia y tu amiga estaría en grave peligro-, sin embargo Waldo no daba su brazo a torcer.
-Estamos en medio de una guerra, Waldo-, le recordé.
-Pero no podemos arriesgar a gente inocente-, porfió Waldo. Él tenía razón. Gergely podría atentar contra Alessia t eso no me lo perdonaría. Yo la quería mucho a mi amiga y no la iba arriesgar tampoco.
-¡¡¡Malaya!!!-, golpeé la cama con furia.
-Debemos estar prevenidos, mi amor, es lo que nos queda.-, fue la salomónica solución que me dio Waldo. Me sentí ruin y miserable, con el recuerdo de Perkins campaneando en medio de mis sesos.
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Yo estaba demasiado turbada y desconcertada por todo lo que estaba pasando, en verda