SARAH
El hospital era un laberinto de pasillos silenciosos, perturbados solo por el leve zumbido de las máquinas médicas. Avanzaba rápidamente por los corredores, con David a mi lado, ambos dominados por la ansiedad de conocer el estado de mi madre. Tras lo que pareció una eternidad, el docto salió de urgencias, su expresión revelaba tanto profesionalismo como preocupación.
- Señorita Sarah, su madre se encuentra estable -anunció con una voz que intentaba ser tranquilizadora. Ha sufrido deshidratación, probablemente debido a la sedación prolongada, pero afortunadamente no presenta lesiones graves.
El alivio que sentí fue inmenso, como si me quitaran un peso insoportable de encima. Mis piernas se debilitaron, y si no hubiera sido por el firme brazo de David, probablemente me habría desplomado.
- Gracias, doctor -murmuré, aunque mi voz temblaba.
El médico asintió, pero permaneció inmóvil. Parecía tener más que decir, y su rostro se volvió más sombrío.
- Hay algo más que deben saber -dij