Hacemos el trayecto a casa, le cuento a Jazmín y Alex que no vivo ahí desde que mi madre me dijo lo que había hecho.
-¿Y lo soportó? – me pregunta mi hermana riendo -.
-Algo así, llama unas cinco veces al día. A veces le contesto a la última.
Ella se ríe, no puedo evitar tomar una de sus manos, para saber que es real.
-Te he extrañado tanto, hermana.
-Yo también.
Seguimos hablando en el camino, Alex me cuenta de sus estudios y de como conoció a Pía, las sorpresas de la vida. Sin querer, nuestra familia terminó emparentada con los Cavalcanti. Mi madre podría ser feliz, si no fuera porque mi sobrino es “ilegítimo”.
Pasamos a dejarlo en un hotel, me dice que no quiere conocer a su abuela aún y que necesita espacio para buscar la manera de ayudar a su mujer. Que envidia me da este muchacho, porque no tie