Extraña visión

En el momento en que Thomas Walker mencionó la ausencia del vehículo, Lorraine sintió que sus vísceras caían al piso y un sudor frío recorrió por todo su cuerpo. En ese momento pensó que su “jefe molesto” la ponía a prueba o que ya había descubierto su secreto. Ante esta desesperada situación, contestó lo primero que se le vino a la mente.

—¿Usted conduciría sintiéndose mal? —dijo esto fingiendo contrariedad.

Este argumento tomó por sorpresa a Thomas, que su expresión se tornó un poco recelosa, sin embargo, asintió de conformidad.

—Tienes razón, olvidé que te sentías mal y fuiste a la clínica.

—¡Exacto! —exclamó Lorraine, que en el fondo celebró que él creyera en su mentira. 

Después de esto, el CEO de “Walker Inversiones” le hizo una seña para que entrara a su camioneta, a lo que Lorraine obedeció rápidamente. Cuando se encontraron dentro del lujoso vehículo, Thomas arrancó para salir del estacionamiento con destino a su cita de negocios.

Mientras el “jefe molesto” conducía en silencio, Lorraine comenzó a pensar que tenía otra complicación más que resolver para mantener su fachada, ya que al no poder recordar que tenía un vehículo, incluso de que sabía conducir, era preciso hallar rápidamente las piezas que le faltaba al rompecabezas de su memoria.

Sus reflexiones le llevaron a pensar que todo lo que le ocurría era sumamente extraño. No podía entender cómo había olvidado toda una vida de la noche a la mañana, al punto de sentir que esa realidad no era suya y que usurpaba el cuerpo de alguien más.

Como Lorraine estaba embelesada mirando por la ventana, sus pensamientos fueron perturbados por una mariposa negra que se estrelló en el cristal, lo que la tomó por sorpresa.

De pronto todo a su alrededor se oscureció, seguido por los penetrantes sonidos de la sirena de una ambulancia. Lorraine sintió el cuerpo pesado, así como un sabor metálico en su boca y la sensación de gotas de lluvia mojando su frente. No entendía lo que pasaba, pero la desesperación invadió su pecho, al punto de querer luchar contra aquella fuerza que había anulado sus movimientos. Mientras intentaba escapar de esa situación, una descarga eléctrica retumbó su corazón.

—Señorita Ruiz…

Lorraine escuchó la voz de Thomas Walker como si él estuviera lejos de ella, pero a su vez le parecía tan extraño que la llamara de esa manera. No estaba segura de la razón, pero creía firmemente que ese no era su apellido.

—Señorita Ruiz…

La joven volvió a escuchar que la llamaban de esa manera, sin tener idea de lo que ocurría en ese momento ni en dónde se encontraba. Lo único de lo que estaba segura era que su cuerpo era demasiado pesado y cada vez perdía la voluntad de despertar. De pronto, algo la sacudió con demasiada violencia y la luz deslumbró sus ojos.

—¡Lorraine Ruiz!

Esta vez, la joven pudo abrir los ojos y en ese momento sintió que su corazón latía con desesperación. Sumamente contrariada con lo que acababa de pasar, volteó a ver a su alrededor y, para su sorpresa, todo se encontraba en orden.

—¡Señorita Ruiz! ¿Qué le pasa? —exclamó asustado el señor Walker, que hasta había dejado de conducir para corroborar que su empleada se encontraba bien.

En tanto, Lorraine lo miró aturdida y apenas pudo contestar.

—Qué... ¿Qué me pasó?

—Eso me gustaría saber —respondió Thomas con un gesto de preocupación, sosteniendo con fuerza su hombro—. Hace un momento te estaba hablando para preguntarte sobre la inversión, pero noté que lucías distraía, como si hubieras perdido el sentido.

—Yo… yo no recuerdo nada —contestó la joven confundida.

La respuesta de su empleada contrarió al señor Walker, que, sin pensarlo dos veces, jaló la muñeca izquierda de Lorraine y colocó sus dedos en la arteria de su cuello para revisar su pulso.

—Que… ¿qué hace? —preguntó la joven avergonzada por el repentino acercamiento de su jefe.

—Parece que tu pulso está bien —respondió Thomas con suma concentración—, pero lo mejor es que te lleve con el médico para que te revise.

—¡No es necesario! —replicó la joven asustada—. Estoy bien, supongo que me desmayé por la falta de comida…

Este argumento casi convenció al señor Walker, pero no conforme con la negativa de Lorraine, siguió revisando los signos vitales como fuera un médico.

—Déjame ver tus ojos —insistió el hombre, invadiendo el espacio personal de “su paciente”, tomando con sus pulgares los párpados inferiores para revisar por debajo de los globos oculares de la señorita Ruiz—. Parece que no estás anémica. Cuando estemos en el restaurante, pediré que te sirvan bastante carne para que te recuperes.

—No se moleste con eso, comeré bien y… —replicó la joven avergonzada, luchando por mantenerse alejada del apuesto rostro de su “jefe molesto”.

A pesar de este acto evasivo, Thomas Walker siguió acercándose más a ella.

—Señorita Ruiz —dijo en un tono bastante imperativo—, que sea la última vez que rechaza mi orden de alimentarse saludable. No puede trabajar en esas condiciones…

Esto último colmó la paciencia de Lorraine, que estalló de vergüenza:

—¡No tiene que tomarse tantas molestias! Además, no me siento incómoda con usted encima de mí y diciéndome que me alimentará como una niña.

Cuando señaló esto, Thomas se avergonzó al darse cuenta de que efectivamente se encontraba sobre Lorraine, por lo que de inmediato volvió a su lugar, aclarando su garganta en el acto.

—Lo siento, creo que me sobrepasé —dijo avergonzado, sin voltear a ver a Lorraine.

La expresión tímida de su jefe enterneció un poco a la joven, ya que le pareció que era honesto en su preocupación, sin embargo, como era la primera vez que lo conocía, no estaba segura de si tuvo ese tipo de cercanía antes de haber perdido la memoria.

—No es necesario que se disculpe —dijo condescendientemente.

—Tiene razón, es mejor mantener nuestros límites.

Esta resolución impactó a Lorraine, sin embargo, decidió no llevarle más la contraria.

—Creo que tiene que ser así —añadió con timidez.

En ese momento, la incomodidad reinó al interior del vehículo, que por un momento ambos no supieron qué decir. Ante esta vergonzosa situación, Lorraine dirigió su mirada hacia su reloj y notó que eran casi las 2 pm, entonces exclamó.

—Se… digo, Thomas… se nos hace tarde, la cita es en diez minutos.

—¡Ah! —reaccionó el CEO—. Tienes razón, ahora nos vamos.

Después de esto, Walker arrancó, conduciendo rápidamente con la intención de llegar a tiempo a su cita con los directivos de Johnson Company. La falta de pericia de Thomas al volante puso nerviosa a Lorraine, que por un momento temió que chocaran. Afortunadamente, lograron llegar a salvo al lujoso restaurante "Tratto".

Como aún no habían llegado los posibles clientes, Thomas Walker le hizo una señal al mesero para que le diera la carta y así comenzar a pedir la comida. El muchacho entregó rápidamente los menús al CEO y a Lorraine.

En el momento en que la joven tuvo en sus manos la lista de comidas que servían en ese restaurante, se sintió abrumada al leer los exorbitantes precios, que algunos pasaban los cuatro ceros. Ante esto, dudó en pedir algo demasiado caro que afecte la economía de su “jefe molesto”.

Por su parte, Thomas miró distraído el menú, pero como nada de lo que ahí ofrecían le llamaba la atención, decidió preguntar la opinión del mesero que lo atendía.

—¿Qué me recomiendas para almorzar?

—Con gusto, señor —respondió de manera servicial el muchacho—. Hoy, el chef preparó calzone especialidad de la casa, el cual puede acompañar…

—¡Está bien eso! —interrumpió Thomas sin mucho apetito.

—Entendido, señor —anotó el mesero, para después dirigir su mirada hacia Lorraine—, y para la señorita, ¿qué le ofrecemos?

Antes de que la joven pudiera abrir la boca, el CEO respondió por ella.

—Por favor, tráele a ella un filete de ternera bien cocido y varias verduras.

—Muy bien, señor —escribió rápidamente el muchacho, para volver a preguntar—. Para beber, ¿qué le ofrezco?

—A mí me puedes traer una copa de vino tinto —contestó Thomas, pero hizo una pausa antes de proponer alguna bebida para su asistente—. Lo siento, estaba a punto de pedir por ti, pero prefiero que elijas lo que quieras tomar.

Lorraine palideció ante la oferta de su jefe, que dudó en responder, así que se limitó a cederle esa elección.

—La verdad no tengo idea de qué puede combinar mejor con lo que usted pidió para mí —contestó con timidez.

—Ya veo —dijo el hombre, cerrando de golpe la carta—, en ese caso, tráele a ella jugo de naranja. Me gustaría que se encuentre sobria para que continúe con sus labores —bromeó.

El mesero sonrió ante el divertido comentario y rápidamente anotó el pedido. Cuando se encontraron solos, la incomodidad invadió de nuevo y por largo rato ambos se mantuvieron callados, evitando mirarse a los ojos.

Esta situación desesperó un poco a Lorraine, ya que sentía que el tiempo corría demasiado lento y no veía la hora para que aparecieran los supuestos clientes.

Después de un rato llegaron dos hombres, que en el momento en que se acercaron, la joven sintió un vuelco en el corazón al ver el rostro de uno de ellos.

Cuando Thomas se percató de la presencia de estas personas, inmediatamente se levantó para saludarlos. Ante esto, Lorraine lo imitó y esperó atenta a que "su jefe" diera alguna instrucción.

—Buenas tardes, me alegra que hayan venido —saludó cortésmente, extendiendo su mano al primer hombre que se acercó.

—¡Qué tal, Tom! —contestó el sujeto de mayor edad—. Disculpa la tardanza, nos topamos con el tráfico.

—Pierda cuidado, Michael. Igual acabamos de llegar —respondió Thomas, para después saludar al muchacho que estaba detrás del hombre de 50 años—. ¿Qué tal Micky? Viniste a hacer negocios con tu papá.

—Así es, señor Walker —respondió emocionado el joven.

—Por favor, yo no soy el señor Walker, ese es mi padre. A mí me puedes decir Thomas —replicó Thomas con cortesía.

—Entendido, Thomas —sonrió Micky, que en ese momento dirigió su mirada hacia Lorraine.

Walker notó que el muchacho había puesto los ojos en su asistente, así que se acercó a ella para presentarla a sus futuros socios.

—Disculpen mi descortesía. Ella es mi asistente, la señorita Lorraine Ruiz —en ese momento colocó su mano en la espalda de la joven, para empujarla hacia ellos—. Con ella podrán tratar directamente cuando yo no pueda atenderlos.

Este gestó perturbó un poco a Lorraine, pero rápidamente reaccionó extendiendo su mano hacia el primer inversionista.

—Un placer conocerlo, señor Michael Johnson.

—El gusto es mío, querida —sonrió el hombre mayor.

Después se dirigió a Micky, para repetir el mismo gesto.

—Mucho gusto, joven Michael Johnson.

El muchacho agarró la mano de Lorraine y la besó en el momento, tomando a todos con sorpresa.

—Puedes llamarme Micky, señorita Ruiz, o prefieres que te diga Lorraine —dijo seductoramente.

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