Al entrar a la habitación donde me iban a realizar la prueba, me pareció muy acogedora de lo que imaginaba y eso ayudó un poco a reducir el nerviosismo que sentía. Mientras reconocía el lugar, la enfermera volvió a hablar.
—¿Trajo las cosas que regularmente usa para dormir?
—¡Ah! Sí, traje estas dos almohadas grandes, ya que duermo más cómoda con ellas —contesté rápidamente.
—Perfecto, entonces la invito a que tome asiento en la cama, para que empiece a colocarle los electrodos —indicó la empleada con amabilidad.
—Está bien.
Entonces me dirigí a la cama para sentarme, mientras la e