Clara abrazó el cuello de Suriel íntimamente, elevando la voz: —Suriel, no te pongas así. Tu hermano Ramón se va a recuperar, no te debilites por preocupación.
Suriel acarició su rostro, con un semblante conmovido: —Doctora, menos mal que estás conmigo, no sé qué haría sin ti.
Clara se acurrucó dócilmente entre sus brazos.
Susurrándose mutuamente como enamorados.
Después de un rato, Clara se incorporó: —Bueno, ya es tarde y no has comido nada. Voy a comprarte algo, no te desanimes, mientras esté bien lo demás no importa.
—Puedes enviar a uno de los guardaespaldas.
—Tampoco puedo ayudar aquí. Y conozco mejor tus gustos y estoy aquí, así que iré yo.
Al salir, Clara notó que alguien la estaba siguiendo fuera del hospital.
Suriel, con la mirada cambiada, murmuró en voz baja: —Picó el anzuelo, sigue a la doctora y protégela.
Todavía había muchos pacientes y familiares en el hospital, y la otra parte no se atrevió a atacarla en público, y los guardaespaldas lo siguieron.
Clara había tendido