Pronto, Lucas se llegó, corriendo entre los disparos, y al ver esa escena tan terrible, se asustó. —¡Jefe López!
Diego sufría un dolor intenso, tenía la frente perlada de sudor frío y los labios blancos, pero aún así habló: —Salva a Clari primero.
La puerta del copiloto estaba atascada contra la pared, y a la izquierda había un gran camión.
Lucas solo pudo entrar poco a poco por el parabrisas roto del techo del auto, —Jefe López, aguante un poco más.
Clara temblaba mientras acariciaba el rostro de Diego con los dedos, sus lágrimas caían a borbotones.
Diego, débil, le sonrió: —Clari, pareciera que has acertado, parece que voy a tener que devolverte esta vida.
—No tengo miedo de morir, solo temo que, si muero, nadie protegerá a ti y a los niños. Lo siento, nunca fui un buen padre, un buen esposo, los hice sufrir, te hice sufrir...
Tosió y comenzó a sangrar por la comisura de los labios.
Aunque su vida pendía de un hilo, solo pensaba en Clara.
—No llores más, te prometí que no te lastimar