En los últimos días, la salud de Diego había mejorado mucho, aunque aún tenía tos persistente.
Estaban a punto de llegar a la ciudad de Ávila cuando Lucas y Fernando se bajaron del barco en secreto.
Por un lado, tenían que entregar los documentos del contrato que Diego había firmado durante su tiempo en el barco y ocuparse de algunos asuntos de la empresa.
Por otro lado, debían asegurarse de que Clara no sospechara cuando se bajara del barco.
Cada día transcurría sin incidentes, y Dylan seguía llevando la comida a Clara como de costumbre. No había nada fuera de lo común.
Nadie esperaba que ocurriera algo inesperado en el último momento.
Alguien llamó a la puerta de Diego, lo cual era inusual a esa hora. ¿Sería Clara?
Diego se asustó, ya que aún no había tenido tiempo de cambiarse y estaba en medio de una videoconferencia.
Le dio una mirada a Dylan, quien fue a mirar a través de la mirilla de la puerta.
—No hay nadie.
Dylan abrió la puerta y asomó la cabeza, pero no había nadie, solo un