Clara puso la canasta de flores en el suelo y explicó: —Soy amiga de ella, solo quiero echar un vistazo y luego me iré.
La directora del hospital insistió: —No es necesario, los desconocidos solo la perturbarán más. Señorita Suárez, por favor, váyase.
Juana metió la almohada en el regazo de Clara, con una expresión de tristeza y desesperación en su rostro, y le dijo: —Lleva a mi bebé y corre, asegúrate de cuidarla y criarla. Yo me encargaré de detener a estas personas, ¡escapa rápido!
Luego, agarró la canasta de frutas que Clara había traído y la arrojó con fuerza hacia el médico tratante, gritando: —Voy a matarte, demonio, ¡tú quieres llevarme a mi bebé! ¡Voy a matarte!
Los guardias de seguridad con cascos y escudos antidisturbios salieron corriendo de la puerta y golpearon a Juana con una porra eléctrica, luego la arrojaron sobre la cama y la ataron firmemente.
Juana seguía gritando: —¡Devuélvanme a mi bebé!
A medida que le inyectaban calmantes, gradualmente perdió la capacidad de re