Capítulo 128
Yolanda, como una loca, estaba destruyendo la habitación, en un mundo completamente diferente al que Clara experimentaba en los brazos de Diego.

Cuando finalmente estuvieron solos en la cubierta, Clara asomó la cabeza desde el abrazo de Diego.

Los copos de nieve danzaban en el aire, acompañados por la fría voz de Diego: —¿Te hace feliz lo que hiciste?

Diego no era un tonto, y sabía que Clara nunca habría estado dispuesta a tener relaciones en un lugar como ese.

Ya había tenido sus sospechas antes de que comenzara todo, y podría haberse negado.

Pero hoy, él no quería negarse.

Lo que no se esperaba era que Yolanda fuera tan ingenua como para cavar su propia tumba de esa manera.

Clara le guiñó un ojo a Diego y respondió: —¿Por qué no debería estar feliz? Después de todo, fue Yolanda quien trató de conspirar contra mí. ¿No te sientes un poco compasivo por ella?

Los ojos de Diego se volvieron oscuros, llenos de emociones reprimidas, y con una mirada sombría, pronunció su nombre: —Clara, ¿po
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