El amanecer a su lado en el que es su cuarto de toda la vida tiene un gusto especial. Lo observo aún dormido y su rostro refleja tanta paz, que me transmite esa misma energía. Lentamente sus ojos se abren y al mirarme me hace tener que sonreírle —Hola guapo— Digo acariciando su rostro con mi dedo índice.
—Buenos días...— Murmura y sus brazos me toman de la cintura atrayendo mi cuerpo al suyo. —Me encanta como te ves recién levantada— Dice sonriente.
—Eres ciego... soy un desastre. — Le respondo entre risas.
—La ciega eres tú. — Él se dispone a besarme cuando alguien toca la puerta de su cuarto.
—Ve a abrir. — Le pido y rápidamente tomo mi camisón del suelo y él se viste.
—Amor... eh... cúbrete con la sabana por favor...— Me pide entre risas parado desde la pue