Esta noticia llegó a Emilia y Sofía al día siguiente.
Emilia mostró desprecio:
—¡Clara le regaló a Pipe un perro! No puedo creerlo, y ni siquiera es una raza valiosa, ¡lo recogió de la calle! ¡Qué falta de respeto! Si hubiera sido yo, definitivamente le habría comprado el perro más caro a Pipe. ¡Un perro callejero no merece a Pipe! ¡Hum! Mamá, ¿por qué no envenenamos también a ese perro?
Sofía rodó los ojos:
—A Felipe ni siquiera le gustan los perros, ¿para qué envenenarlo entonces?
—Pero es un regalo de Clara, ¡y lo odio! —replicó Emilia.
Sofía, desconcertada, le dijo:
—Envenenamos a ese pez porque tenía un lugar en el corazón de Felipe, casi hace que él se divorcie de Clara. Pero, ¿cuál es el punto de envenenar a ese perro? ¿Hará que Felipe se divorcie de Clara?
Emilia frunció los labios un instantes e insistió:
—Pero no quiero que el perro de Clara esté cerca de Pipe. ¡Quiero envenenarlo!
—¡Qué tontería! Y no vuelvas a decir que fuimos nosotras quienes envenenamos al pez.