Emilia irrumpió en la habitación, furiosa, y confrontó a Clara:
—¿Qué has dicho? ¿Quieres comerlo? Te advierto, si muere, ni con tu vida podrías compensarlo. Y recién, ¿tiraste ese pez al suelo a propósito, verdad? Menos mal que no murió, pero si hubiera pasado, ¡tampoco esperes seguir viva!
Clara, indiferente, agarró a Emilia del brazo y la sacó de la habitación, cerrando la puerta con un golpe.
Emilia maldecía un rato fuera de la puerta y luego se fue.
Clara se sentó frente al acuario con comida para peces y comenzó a alimentarlos.
Este tipo de pez era ciertamente feroz. Recordaba cómo, cuando tenía siete años, siguió a un cachorro de lobo y terminó alejándose de su área de vida. Al quedar lejos de sus abuelos, no tenía comida lista y tuvo que pescar por necesidad. Aquel día, el agua estaba llena de estos peces que la atacaron en cuanto se sumergió. Afortunadamente, gracias a su habilidad, no murió mordida por ellos, pero sí sufrió varias heridas al atraparlos. Sobrevivió esos días