Un hombre vestido con uniforme militar y gafas negras se acercó corriendo desde la distancia y se inclinó en señal de respeto.
—¡Comandante!
Emiliano ignoró al hombre y echó otro vistazo a Clara, que estaba completamente oculta detrás del cuerpo de Felipe. Emiliano frunció el ceño, pero no dijo nada. Se dirigió al hombre a su lado en voz baja:
—Hay tres personas en total, entrégalas a la policía.
—Sí, señor.
El hombre de las gafas se disponía a hacer una llamada telefónica cuando Felipe, con cara seria, intervino:
—Protegeré a mis hombres. No necesitas preocuparte.
Las palabras sorprendieron al hombre de las gafas, quien parecía no haber esperado que Felipe hablara con ese tono a su propio comandante.
Iba a regañar a Felipe, pero al levantar la cabeza, se apresuró a enderezar sus propias gafas. Una vez asegurado de que no estaba equivocado, saludó rápidamente.
—Don Felipe.
Felipe no le prestó atención y mantuvo una expresión hostil mientras miraba a Emiliano. Emiliano le devo