No me aparto ni un solo segundo de ella. Tomados de la mano, aguardo en silencio hasta que el médico termine la revisión. Las balas no llegaron a traspasar la limusina, pero las sacudidas fueron demasiado violentas. Me preocupa que haya lesiones no visibles a simple vista.
―Su esposa está fuera de peligro, señor Reeves ―me indica el doctor luego de revisarla minuciosamente―. Solo tiene magulladuras y golpes, pero nada que ponga en peligro su vida ―respiro profundo. Gracias a Dios―. Ahora solo me queda encargarme de la herida de su brazo.
Niego con la cabeza.
―Pierda cuidado, doctor, es solo un rasguño.
Sin embargo, Rachel no está dispuesta a dejarlo pasar.
―Por favor, Lud, deja que el médico haga su trabajo.
Bufo con resignación y asiento en acuerdo. Por ella estoy dispuesto a hacer cualquier cosa que me pida. No obstante, tiro de ella antes de sentarme en la silla y la ubico en mi regazo. El doctor nos mira perplejo, pero ambos lo ignoramos. Ella se vuelve un ovillo y se aferra a mi c