Habían pasado ocho meses de la muerte de mi madre, me hacía mucha falta, demasiada, no lograba calmar mi ansiedad o bueno, debo ser sincero conmigo mismo, solo hasta hace un mes que logré calmarla cuando fui a la fiesta de Fabricio, desde que ando con él Lucas dejó de hablarme y Bodoque… Nos reconciliamos en su cumpleaños, recordé lo que me dijo esa noche cuando malogré los nudillos de mi mano.
—Debemos llevarlo a la clínica, esas manos no se ven bien. —dijo la señora Samanta.
—Ya no tenemos seguro médico. —mi abuela bajó la cabeza.
—Nosotros pagamos. —intervino el señor Luis—. Me cambio de ropa y salimos señora María.
No apartaba la mirada de Bodoque, seguíamos mirándonos. Me hice a un lado, algo atontado con el sedante.
—Bodoque, ¿a qué te referiste con adiós?
Su mirada era un reclamo muy grande. Yo sé que estaba mal, pero entiéndanme, mataron a mi madre y fue mi padre.
—Estoy cansada de que no luches por lograr tus sueños, hazlo por la memoria de su madre. Tengo rabia contigo, no