—Enzo Di Rossi —
Con el suave y dulce sonido de “Claro de Luna” sonando en todo mi departamento, preparo mí desayuno como cada mañana desde que llegué a Nueva York. Esa melodía evoca recuerdos hermosos de mi infancia en la Toscana, cuando era un crío que sobrevivía en la calles y peleaba por un poco de pan…
“— ¡ARGH, fíjate por dónde vas Stronzo! — sólo sentí el golpe de algo pequeño que chocó con mí espalda y me volteé para encontrarme con la más bella, dulce y angelical de las hadas.
—¡Ah! ¡Mi colita! — berreaba la linda hada, mientras se sobaba su parte trasera y yo no aguanté y me puse a reír —. No te rías, me duele mucho, sniff.
—Pero ¿qué haces corriendo así por las calles fatina?
—¿Cómo me llamaste? — la cara de la piccola fata dio un cambio radical en sus gestos, de estar llorando como bambina ahora parecía un toro scatenato.
—Ja, ja, ja eres muy chistosa fatina.
—¡Dime, dime, dime idiota!
—Vale, vale, fatina significa Pequeña Hada ¿Okey?
—¿En serio? ¿No me estás jodiendo?
—Nope.
—Y tú ¿Cómo te llamas?
—¿Quién? ¿Yo?
—No, la mula que está ahí en frente — me indica el animal y luego me mira con cara de enojo —, obvis que tú, yo me llamo Alma y tengo siete añitos. Ahora, te toca a ti responderme. — la piccola fata extendió su mano hacía mí en forma de saludo, mientras me miraba como si no fuera un trapo sucio, me limpié la mano en el pantalón y luego la estiré hacia ella, cuando nuestras manos se tocaron sentí algo tan lindo, como si cientos de mariposas flotaran alrededor nuestro.
—Ho… hola, me llamo Valente y tengo once años, es un gusto conocerte Alma.
De repente, comenzó a sonar mi estómago, llevaba varios días sin comer y justo cuando la piccola fata me encontró estaba tratando de robarme una hogaza de pan de la panadería de don Giuseppe.
—¿Tienes hambre?
—Un poco.
—¿Quieres un trozo de pizza? Yo invito — su linda carita de ángel me hacía querer quedarme con ella, pero la vergüenza de estar vestido todo harapiento me obligaba a querer salir corriendo de ahí —. ¡Hey, Valente, No te quedes pegado, ven vamos!
No sé en qué momento ella me había agarrado del brazo y me llevaba al lugar para comer. Ví las caras de las personas a nuestro alrededor y la mayoría era de asco, hasta que noté a otras. Una mujer, una niña y un señor en una mesa.
—¿Dónde te habías metido Alma Soré? — pregunta la bella señora de ojos almendrados que nos mira con cara de molestia. Al verla sentí miedo y nuevamente vergüenza, me quise separar de la piccola fata, pero ella se aferraba más a mi brazo sin querer soltarme.
—Mami, mira te quiero presentar a mi amigo Valente, sabes, él tiene hambrita y lo quise invitar a comer con nosotros ¿Puede?
—Ay Alma, siempre metiéndote en problemas—le dice la chica que se parece a mi piccola fata.
—Valentina Soré, calla la boca. No es forma de tratar a un invitado. Hola Valente, mira si hasta comparten nombre, un gusto en conocerte. Soy Blue la madre de esta pequeña diablilla y este caballero aquí presente es don Agustín Soré, su abuelo.
—Hola, muchacho, bienvenido a nuestra mesa.
—Don Agustín, ¿esta escoria le está molestando? — escuchar la voz odiosa de don Giuseppe me pone la piel de gallina y al parecer la piccola fata lo nota, pues aún mantiene fuerte su agarre y veo cómo va a comenzar a despotricar contra este señor, pero su madre la detiene, moviendo su cabeza en señal de negación. Su abuelo mira a don Giuseppe y después de resoplar, habla.
—Niños, vayan a lavarse las manos, es importante tenerlas muy limpias antes de comer y tú amigo Giuseppe, ni si quiere se te ocurra tratar mal a mí invitado, ¿hai capito? — todo el mundo se quedó de una pieza por la forma en que el abuelo de la piccola fata había hablado al dueño del Lugar, el hombre se puso de todos colores y me veía con cara de odio, pero no dijo nada, solo asintió y comenzó a tomar el pedido.
—Ven, ven, vamos, Valente ¡ash que difícil es que te llames como mi hermana! — se queja y yo no sé si reír o enojarme, su hermana me miró feo, pero cuando su mamá habló cambio de inmediato.
—¿Puedes llevarla? — me pregunta su madre y asiento, me dirijo a los baños y mientras Alma va al de damas, veo la posibilidad de escabullirme y no seguir dándoles pena, así que doy la media vuelta y, como el ladronzuelo que soy, comienzo a escabullirme.
—Ni se te ocurra escapar bambino pazzo, si mi hermana no te ve, le dará un infarto.
—¿Cómo sabías que iba a escapar?
—No lo sabía, mi mamá me mandó —responde encogiéndose de hombros.
—Ya, estoy lista… Pero Valente, ¿por qué no te has lavado las manos? Y tú Val ¿Qué haces aquí?
—Nada, peque. Solo vine a lavar mis manos también, ya llegó la pizza.
—¡Yey! Apúrate, Valente. — entré al baño y no solamente lavé mis manos, también mi cara. "
Esa tarde, sería una de las mejores de mi vida y el verano más hermoso que podría recordar gracias a esa piccola fata.