Viktoria:
La culpabilidad reflejada en el rostro de los gemelos es innegable, y el miedo de su esposa me hace gruñir.
Catalina se oculta detrás de Sandro, temblorosa, pero este y su hermano tensan sus posturas cerrrándose alrededor de su mujer, defensivamente.
Ruedo los ojos.
Esto me tiene impaciente.
—Dejan ya el teatrito, no he venido aquí a asesinar a su esposa y aunque quisiera con todo mi corazón acribillarlos a balazos por lo que han hecho, no puedo— achino os ojos, recorriéndolos con mi mirada —lo que quiero son explicaciones. ¡Ahora!
Sandro se aclara la garganta y Sander asiente.
—Bien, hablemos en privado, pasemos a mi despacho — ofrece Sandro — Alexis...
El niño, quien hasta ese momento había estado de brazos cruzados y sonriendo de la manera más extraña, lo contempla interrogativamente.
—Tú te quedas, hoy no irás a la escuela.
Alexis asintió, y luego dirijió su verde mirada hacia mí, con un brillo de curiosidad en ella, tan evidente, ¡que deseé poder retorcer el cuello de