Alias: El Búlgaro
Alias: El Búlgaro
Por: Redrosess
#1:

Yannek:

La muerte de Myla es evidente en el salón, lleno de personas e impregnado del empalagoso y nauseante olor del incienso.

Mi esposa no debió morir.

O al menos no como lo hizo. Atropellada por un coche y abandonada en plena carretera,sola, desangrándose como una perra sarnosa durante horas...

Contemplo de soslayo a las tres niñas. Notando que lucen tristes, sin embargo no lloran.

No son mis hijas.

Lo sé. Me quedé con ellas y las crié como tal para complacer las locuras de Kyla, pero siempre he sabido la verdad...mi mujer era estéril y en un intento desesperado por mantenerme a su lado compró a esas pequeñas en el mercado negro, cuando apenas eran unas bebés.

Kyla pasa su pañuelo por debajo de sus ojos una y otra vez. Comprimo los labios. Sus lágrimas de cocodrilo no me conmueven.

Ella me mira fijamente a cada medio minuto. La muy tonta comparte los mismos delirios sicóticos de su hermana. Se cree que porque ahora soy viudo la tomaré como mi amante. En algún momento durante estos ocho años en que ella ha "cuidado" de mis hijas, ha llegado a creer que yo tendría algo con ella si no estuviera casado con su hermana.

Ruedo los ojos, ajustándome la corbata y alejándome.

No quiero lidiar con las estupideces de mi cuñada, no ahora.

— Esto no puede quedarse así, tío.— farfulla Stefan.

«Mi sobrino».

Su padre, Dimitar, mi hermano era un gran hombre. Sus ideas y proyectos nos hubieran llevado lejos. Pero murió siendo demasiado joven. En un atentado.

No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas de que los Ivanov lo mandaron a matar.

Esa gente siempre quita del medio a quien les estorba.

—Sabemos quien es, tío. La familia demanda venganza— insiste Stefan.

Sí, sabemos quién chocó a Myla. El cabrón entró en pánico y en vez de ayudarla la dejó abandonada a su suerte.

Me alejo del salón, prestando oídos sordos a los murmullos de condolencias de los presentes, siguiendo a mi sobrino hasta el despacho.

Me siento detrás del buró y Stefan me pasa los documentos que hemos pagado para conseguir del alto comisionado de justicia. Los archivos me muestran a un cabrón de veinte años, de cabellera rubia y ojos azules. Uniformado.

Hijo de Gregor Vladimir, un comandante muy importante del ejército, condecorado en muchas misiones. Prácticamente un espía.

Pero sufre de la imposiblidad de controlar los niveles de alcohol que consume cuando está en sus días libres.

Velkan Vladimir.

Es soldado, agente y capitán destacado de la rama judicial de este país. Ruedo los ojos. Y el chico es también una jodida desgracia.

Su padre pagó carísimo para que los investigadores se deshicieran del expediente de investigación del caso y de las pruebas. Yo pagué aún más caro para que me las entregaran.

—No quiero equivocaciones con esto, Stefan —advierto— Es ahora o ahora, y no voy a descansar hasta que no le pese todo lo que ha hecho.

—Tú solo ordena y yo obedeceré —afirma mi sobrino, dispuesto a hacer lo que sea.

Bien podría mandar a matar a ese niñato hijo de papi y listo, mi venganza estaría completa. Pero eso me haría ver débil y esto es la mafia, después de todo. Gregor debió saber en lo que se metía cuando intentó cubrir el crimen de su hijo.

Comprendo perfectamente por qué lo hizo. ¿Qué es lo que más duele? «La familia» Y por ese sendero va encaminada mi venganza.

Realmente no me duele la muerte de Myla. Entre ella y yo hacía tiempo no existía nada remotamente romántico. Pero es mi deber tomar venganza por lo que le hicieron.

Saco la fotografía de la madre y el padre del asesino. Poniendo especial atención en quemar los contornos de sus rostros con mi cigarro. Enviando un claro mensaje a mi ejecutor.

—Mátalos a todos— mascullo.

Stefan asiente.

—¿También a su hermana?

Elevo una ceja.

—¿Tiene una hermana?

—Así es. Ostenta el grado de teniente en el ejército. Su info está toda allí — señala a los archivos con su índice, pero estoy astiado. No quiero ver la cara de un desconocido más.

—A ella también. No dejes sobrevivientes.— mi orden es final.

—Como ordenes.

Stefan sale y lo sigo. Se va a reunir el equipo de ataque y yo me regreso al salón.

Los padres de Myla lloran desconsoladamente. Al menos las lágrimas de ellos son reales. A pesar de que su hija y yo llevábamos un par de años separados, ella aún era mi esposa y mi responsabilidad legalmente por eso pagué para que este servicio fúnebre se llevase a cabo aquí en mi casa. Estoy comenzando a arrepentirme de ello.

Si hubiéramos realizado el velorio en la iglesia, como era mi plan inicial, a estas alturas ya se habría realizado el entierro. Pero, mis suegros son gente importante aquí en Bulgaria.

Su hija era una perra mentirosa y drogadicta, pero era mi esposa. Con tal de apaciguar a sus padres he montado este circo penoso.

No tengo otra opción,más que permanecer aquí y aguantar un par de horas más de lloriqueos hipócritas y condolencias que me importan una m****a.

***

Viktoria:

Mi casa es una prisión y mi vida un desastre.

Ante todos pongo una fachada feliz y despreocupada, pero me siento miserable, ya que cuando no estoy siendo vigilada, estoy siendo regañada, tachada de tonta o inútil y criticada.

Subo a mi alcoba. Con veinte y dos años no tengo los mismos grados que ostentan mi padre y mi hermano. Sujeto la foto familiar que tengo en el escritorio. A los veinte ya mi hermano logró subir de grado al puesto de capitán y mi padre es comandante desde esa misma edad.

¿Y yo?

Bueno...soy mujer. Y ese es mi mayor defecto a los ojos de mi padre.

No importa que yo sea la mayor, ni cuánto me esfuerce, según él solo soy una irresponsable que quiere divertirme todo el tiempo. Mi apellido pesa sobre mí como una piedra de molino.

Hace unos días me salí de todas las redes, huyendo del modo de diversión de mis amigas ,ellas salen de fiesta y yo me encierro. Mis padres me sacaron de la academia militar y me obligaron a tomar un año sabático lejos del ejército.

—¿Saliste sin los escoltas? —Mi madre irrumpe en mi alcoba.

—Llevaba días encerrada... Y no, no comprendo a qué viene tanta precaución, ¿o es que estamos en peligro y no me lo han dicho? Recuerda que soy una teniente con entrenamiento militar especial que sabe defenderse.

—¿Y? —se molesta— Viktoria, ya te dije que por este año...

—¡Pues no me parece justo! —le hago frente— ¿Qué es lo que está sucediendo,mamá? Me estoy muriendo de aburrimiento aquí adentro.

La rabia me agita el pecho.

—¡Soy joven y tengo un mundo por delante! —me quejo— No soy una niña. Si estamos en problemas, yo puedo ayudar ¡Dejen de mentirme!

Mueve la cabeza en señal de negación.

—¿Mentirte? No hay nada que contar. Ya sabes que tu padre recibió amenazas y ha tomado estas medidas. ¿No te das cuenta de que todo es por tu bien?

—¡Pues no lo quiero! —replico— ¡Me niego a este maldito cautiverio!

Me echo en la cama, negandome a seguir escuchando sus mentiras. Sé que algo anda terriblemente mal, pro no confían en mi lo sufiente como para contarme. Lorena, mi madre, prefiere irse. Mamá tiene la mala costumbre de castigar a sus hijos con el látigo de la indiferencia y de seguro no me hablará en lo que queda de la semana.

Mantengo la mirada en el techo el resto de la tarde. La noche llega con lentitud pasmosa a Sofía, la capital de mi país y mi padre me grita desde la escalera que se irán a un evento de esos para gente estirada y que si no quiero perder la piel de la espalda mejor me quedo en casa. Me echo la cabeza en la almohada.

«Mi vida es un asco»

Extraño la academia, extraño a mis amigos y mi libertad.

El móvil me vibra y lo alcanzo de mala gana.

—¿ Qué quieres? —contesto.

—¡Vicky! —grita mi amiga Svetlana al otro lado— Tienes diez minutos para estar aquí.

—Estoy encarcelada. El comandante Gregor Vladimir me acaba de dejar claro que si salgo me azotará.

—¡Al diablo! —chilla otra vez— Hay una mega fiesta de Halloween en un glaciar y el amigo del primo de un cuñado de un conocido del comando nos va a llevar en una avioneta.

—¿Quién?

— No pienses. ¡Solo trae tu culo y un disfraz a mi casa! Sabes que tenemos aeródromo —sigue gritando— ¡Todos los del comando estarán en la fiesta!

Me muerdo los labios «Amo irme de fiestas» Quiero razonar peroooo...

—¿Te vas a quedar como el pedazo de cebolla que todos olvidaros en la nevera? —me regaña mi amiga— ¡Hay barra libre para las mujeres!

Me asomo en la ventana ¡Oh Diablos! No debería, pero... ¿y que? Si voy y me castigan da igual. El peor castigo ya lo estoy viviendo. Este encierro me está volviendo loca.

—Es una fiesta de disfraces.

—No se vayan sin mí —exijo antes de colgar.

Empaco mi maquillaje, busco uno de mis vestidos más locos y mis zapatos. «Me disfrazaré de prostituta, eso seguro fastidiará a mi padre»

No tengo rastreador por el momento ya que el último me causó un brote de rash en el brazo y me lo quitaron mientras llega el nuevo, por ende, mi padre no podrá encontrarme.

Me engancho la mochila planeando el escape, ¡Fiesta de Halloween, aquí voy!

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo