(Larissa)
Me desperté sintiendo un poco de cansancio. Miré a mi alrededor, recordando que ya llevaba una semana en Brasil… El piso era sencillo, pero lo bastante cómodo para lo que necesitaba.
El barrio estaba cerca del hospital donde mi padre hacía el seguimiento médico. Me levanté despacio, procurando no despertar a Gabriel, y fui a la cocina a preparar el desayuno. El aroma del café recién hecho pronto inundó el ambiente.
Cuando volví a la habitación, vi a Gabriel enredado en las sábanas, completamente ajeno al mundo, con esa carita de perezoso que siempre me hacía sonreír. Me acerqué a él, tiré suavemente de las mantas y lo abracé fuerte, sintiendo el calor de su cuerpo.
Resopló un poco, pero enseguida se acomodó en mis brazos, acurrucándose como si quisiera seguir durmiendo para siempre.
Lo miré, pasando los dedos suavemente por su pelo, y esa imagen me hizo pensar en Alessandro. Gabriel… mi hijo… era la viva imagen de él. Ese rostro, los ojos, los rasgos. Y no solo físicamente.