(Larissa)
Ya era tarde. Gabriel bostezaba en mi regazo, con los ojitos medio cerrados y los bracitos colgando, como si cargara el cansancio del mundo entero.
Me levanté, acomodándolo para subir, cuando escuché la voz de Alessandro, tranquila y baja.
—Yo lo llevo.
Lo miré un segundo, dudé… pero al final asentí. Con cuidado, le pasé a Gabriel. Alessandro lo sostuvo con ternura, como si fuera de cristal. Vi su mano acomodando la cabeza de nuestro hijo sobre su hombro, y por un instante, mi corazón latió diferente.
Esa escena… aunque no quisiera, me conmovió.
No voy a mentirme. Quería eso. Quería ver a mi hijo siendo llevado a dormir por un padre presente. Quería una familia, una rutina ligera, alguien que compartiera la carga conmigo. Pero… ¿a qué precio?
La imagen de los ojos de Alessandro, rojos de ira y celos, la confusión, los años de ausencia, de abandono… todo seguía gritando dentro de mí. No confiaba en él, y no sabía cuándo, o si algún día, volvería a hacerlo.
El miedo era un fan