30- La loba blanca se defiende

Ava Davis.

Mi Alfa se negó a escuchar mis explicaciones y mucho menos tuvo piedad de mis súplicas.

Me asomé por la ventana y había dos guardias al pie de mi ventana.

“¿Cómo se atreve a dudar de mí?”

—Aprenderás por las malas a no meterte con mi padre. —Gritó con rabia.

Mi corazón se rompió con sus palabras de desprecio.

—Mi amor,escúchame ¡por favor!

La voz que me respondió fue la de Javier, uno de mis escoltas.

—Alfa,Alessandro se ha marchado a la clínica,parece que el estado del señor se ha agravado.

Me pareció extraño porque el día anterior hasta le habían permitido visitas y los médicos pensaban en darle de alta.

“Si se muere el viejo,me lo van a adjudicar a mí.”

Entré en pánico,trataba de pensar con serenidad,pero la angustia no me lo permitía.

—Ábreme la puerta,te puedo dar dinero,solo quiero huir de este lugar.

No me respondió,en su lugar escuché pasos que se alejaban.

Al rato regresó con algo de comida,colocó la bandeja en la mesa y me miró con lástima.

—Lo siento señora Ava
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