Ava Hills.
Deja la tristeza, hija —me decía mi padre mientras caminábamos por las calles empedradas de Roma.
Era un día soleado y despejado, y el bullicio de la ciudad era un recordatorio constante de que la vida seguía adelante, incluso cuando yo sentía que mi mundo se había detenido.
La belleza de la capital italiana me rodeaba, desde las majestuosas columnas del Panteón hasta la grandiosidad del Coliseo a lo lejos.
Era una ciudad llena de historias, pero en ese momento, todas las mías parecían ser dolorosas.
A cierta distancia, David tomaba fotos con Selene; su risa resonaba en mis oídos, un sonido que me resultaba lejano.
Me alegro de que ellos pudieran disfrutar de este viaje, mientras yo lidiaba con mis propios demonios.
—Padre, ya le dejé claro a Liam que no tengo nada que ver con su atentado. Allí muere todo. Jamás volveremos a vernos —dije, mi voz temblando ligeramente, aún luchando por controlar mis lágrimas casi a punto de salir.
Mi padre respiró hondo, como buscando las pa