Capítulo 4

El resto de compañeros entran al auditorio y van tomando asiento, quedan muchos lugares vacíos, pero aun así parece que hay bastante gente. Al poco rato entra el profesor, pone su maletín sobre el escritorio y saca varias hojas, nos mira de reojo y al verme me hace una señal con la mano para que me acerque.

Esto hace que todos me volteen a ver, trago saliva con dificultad y sentir todas esas miradas puestas sobre mí me ponen bastante nerviosa y ansiosa. Me levanto de mi lugar y camino hacia el profesor.

—Donna, es bueno verte de regreso y de que te encuentres bien.

—Gracias profesor, también me alegro volver.

Me entrega un examen de cuatro hojas, tiene ejercicios en ambas partes de la cara de la hoja, abro los ojos de par en par mientras reviso el examen; ¡Por Gaia! Es demasiado, espero poder terminarlo a tiempo, menos mal que tenemos tres clases seguidas de algebra. Un pequeño suspiro se me escapa de forma inconsciente.

—Ve a los asientos de atrás y cuando termines puedes volver a tu lugar.

Hago un ligero movimiento de cabeza dándome media vuelta, regresando a mi lugar sólo para buscar mi lapicera e irme a los asientos de atrás. Antes de alejarme, Karla me aprieta levemente del brazo y me da palabras de aliento, le dedico una enorme sonrisa y asiento con la cabeza. Con los ánimos subidos me voy a hacer mi examen.

Durante mi examen, el profesor da su clase con total normalidad, de momentos atisbo la mirada al frente para ver a mis compañeros y entretener por unos instantes mi cerebro, que de los nervios no puedo concentrarme del todo.

El timbre suena, dando por finalizada la primera clase, un ligero suspiro se me escapa ya que todavía tengo dos horas más para terminar este examen infernal. Miro de reojo a mi amiga, que está casi desparramada en el escritorio y no para de ver de reojo a la puerta; se nota que está muy ansiosa por ver a los chicos nuevos, pero debo admitir que me impresiona que no hayan llegado a la primera clase... será que... ¿Se les olvidó venir? Espero que no, eso habla muy mal de ellos o tal vez no quisieron entrar... si ese es el caso... tendríamos a otro par de chicos malos en nuestro grupo.

Mi profesor no para de dar sus explicaciones sobre el tema que está abordando ya que tenemos tres horas seguidas con él, mejor para mí. Luego de un rato termino mi examen, pero antes de entregarlo me cercioro de que todo esté contestado y por si acaso reviso que mis ejercicios estén bien. Satisfecha con el resultado, me levanto de mi lugar y camino hacia el escritorio de mi profesor al tiempo que acomodo las hojas.

Al verme aproximarme a su lugar, el profesor Díaz también se acerca, dando una pequeña pausa a su clase para revisar mi examen, mis compañeros aprovechan este momento para hacer bullicio. Mientras me califica, la puerta se abre y todos se quedan callados repentinamente, puedo sentir como un escalofrío recorre mi ser y me muerdo los labios asustada, miro por encima de mi hombro y mis ojos se encuentran con unos de color dorado, que me observan con detenimiento.

Trago saliva con dificultad y mi cuerpo vuelve a temblar; ese chico... ¿Sera un hijo de la luna? Para ser una cambia formas, tengo el olfato atrofiado y no consigo distinguir entre un hijo de Gaia y un humano, pero sí que puedo percibir las auras y la de él es bastante pesada. Me muerdo el labio con fuerza y trato de ahogar un chillido de auxilio.

Los cuatro se acercan al escritorio y le entregan unos papeles al profesor, sólo en ese momento el despega la mirada de mi examen y revisa lo que le han entregado. Sus ojos se abren por completo y atisba la mirada hacia ellos, tanto él como yo estamos temblando en nuestros lugares, incluso se me ha olvidado como respirar por el miedo que siento.

Alcanzoa ver lo que dicen los papeles de forma breve, menciona algo de la aldea delnorte, alfa y no alcanzo a distinguir el resto, miro en varias direcciones parano leer algo que no me concierne. El profesor firma los papeles y se losentrega.

—Tomen sus asientos jóvenes por favor, hoy toca tres clases seguidas de algebra.

De forma temerosa miro de reojo a los jóvenes que pasan a mi lado, pese que tienen una expresión seria en el rostro, son bastante guapos, en especial el de los ojos dorados. Los cuatro emanan un olor bastante peculiar, pero de entre ellos resalta el de aquel chico, que, pese a que es ligeramente más bajo que sus compañeros, llama mucho la atención, al menos para mí. Él me voltea a ver de forma repentina haciendo que un pequeño chillido de susto se me escape; parece ser que no fui nada disimulada con mirarlo, ahora me siento como una idiota.

—¿Tan fácil se asustan los zorros? — Murmura suavemente y me dedica una sonrisa maliciosa.

Trago saliva, pero siento que he tragado aire. Sus ojos dorados me miran con atención de arriba abajo, este tipo emana un aura de poder y dominio, su presencia es tan abrumadora que mis rodillas me fallan, tengo que sostenerme del escritorio del profesor para no caer al suelo.

De forma bastante amenazadora me toma del brazo y me acerca a él de un fuerte tirón, ambos nos observamos con suma atención; si... definitivamente él tiene algo especial, lo puedo notar en todo su ser y eso me aterra bastante.

—Estas en los dominios de la manada Los hijos de Fenrir... te recomiendo que te mantengas alejada de los problemas y no causes alboroto... de lo contrario, me veré obligado a tomar medidas contigo... zorro.

Habla en un tono bastante bajo y amenazador, lo peor es que su expresión es serena y relajada, pero su postura de dominio me dice todo lo contrario; es verdad que ellos suelen ser muy territoriales, en especial con otros hijos de Gaia, espero que podamos llevarnos bien o mínimo que me tolere.

—N-No se dé qué me habla... y-yo nunca me meto en problemas...

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