Capítulo 5

Sus amigos han detenido su paso al ver que él se ha quedado atrás, esto hace que mi miedo empeore, al punto que la cabeza me da vueltas, espero no desmayarme en cualquier momento. Al no notar ninguna chispa de mentira me suelta y me dedica una mirada de satisfacción, sin decir nada más caminan hacia sus lugares, para mi mala suerte, toman asiento justo detrás de nosotras, para suerte de Karla los nuevos se han sentado cerca.

Regreso la vista al profesor que no ha dejado de temblar, puedo ver que ya ni está revisando a conciencia mi examen, simplemente pasa la vista rápidamente y con nerviosismo. Cuando termina de “revisarlo” me califica con un diez y me lo entrega.

—Felicidades, pasaste con diez el modulo anterior, recuerda no aflojar el paso.

Niego con la cabeza fervientemente y regreso a mi lugar sin levantar la vista del piso, apenas me desplomo en mi asiento, mi amiga me toma del brazo y me dedica un baile de cejas bastante divertido. Abro la boca para decirle que debe tener cuidado con ellos, pero el profesor no me da tiempo de nada y sigue con su clase, puedo notar que está bastante nervioso.

A mitad de la clase, siento su pesada mirada sobre mi espalda, trato de ignorarlo, pero no puedo, así que decido mirar un poco por encima de mi hombro y me topo con preciosos ojos dorados, mi piel se eriza y regreso la vista enseguida al frente.

La clase de algebra termina y todos salen como caballos desbocados del auditorio, Karla y yo esperamos a que todos salgan para poder irnos tranquilas, ya que la siguiente clase es una de la que menos le gusta.

—Ahora nos toca ir…al laboratorio... hurra— Dice con sarcasmo lo último.

Una de las razones por las cuales detestamos química es porque, muchas veces hemos hecho explotar los tubos de ensayo, claro que gracias a nosotras las clases se han tenido que suspender varias veces. Aun no me explico como la maestra nos aguanta en su clase, pero me alegro que lo haga, de lo contrario reprobaríamos la materia sin remedio.

—Odio química, lo detes….

—Disculpen— La voz de aquel tipo nos interrumpe de forma repentina. —¿Les molesta si las acompañamos?

Mi amiga voltea a verlos y puedo ver como sus ojos brillan con intensidad, una sonrisa tonta se dibuja en sus labios y se aferra a mi brazo con fuerza, al punto que me la ha entumido.

—¡Seguro, si! — Grita cerca de mi oído, su voz se volvió chillona. —Es difícil encontrar el laboratorio ya que no está en este edificio, está en el de enfrente… el de la izquierda…— Me voltea a ver. —¿O era el de la derecha? — Susurra suavemente.

—Está saliendo de este edificio a mano izquierda, cerca del campo de futbol— Le contesto entre risas.

—¡Eso!

Me río por su reacción, parece una niña viendo a su amor platónico; Karla suele ser una chica bastante extrovertida, pero cuando se acerca un chico que le gusta, se desploma y se vuelve tímida en un parpadeo... es... extraña.

—Por cierto… es extraño referirse a ustedes como… los chicos nuevos.

—Mil disculpas, me llamo Reese.

El chico de los ojos dorados se presenta de una forma amable, muy diferente a como se comportaba antes, espero que se haya dado cuenta de que no represento una amenaza para nadie. Miro de reojo a todos y veo que visten de una forma bastante casual, les sienta bien.

—Ellos son Aarón, Gabriel y Uriel.

Los amigos de Reese tienen uno hermoso color de ojos, Aarón los tiene verdes, Gabriel azules y Uriel grises, lo que si los cuatro tienen la piel un poco bronceada.

—Un gusto— Decimos al unísono.

—Bueno, vamos… que, si la maestra Letta llega antes que nosotros, no nos dejará entrar— Me toma del brazo mi amiga y tira de mi con fuerza para que avance rápido.

Mientras avanzamos por el pasillo, rebusco con desesperación y no encuentro mis pastillas. Al no encontrarlas a simple vista, me suelto del agarre de mi amiga y me agacho, hago como que sigo buscando dentro de mi bulto, de él saco un pedazo de gis rojo y dibujo un pequeño círculo con un diagrama en el suelo, luego un pequeño brillo emana de él y en un abrir y cerrar de ojos aparece mi frasco de medicamentos, lo tomo entre mis dedos y el circulo desaparece.

Me levanto de un salto de mi lugar y cierro mi mochila, le enseño a Karla el frasco y ella suelta un suspiro de alivio igual que yo; menos mal que podemos hacer magia, de lo contrario, tendría que ir a mi habitación y seguramente me perdería la clase de química.

Retomando nuestro andar, siento como Reese se acerca más a mí, al punto que puedo sentir el calor que emana su cuerpo... se siente tan bien que me dan ganas de acurrucarme sobre su pecho, pero esa sensación de confort se aleja rápido y es reemplazado por una de miedo y terror.

—¿A quién le robaste eso? ¿Crees que no me daría cuenta de tu pequeño hechizo? — Me susurra al oído de una forma amenazadora y ronca, esto me intimida bastante, pero a pesar del miedo que siento… no puedo evitar sentirme atraída por esa forma de hablar.

—Son mías, no se las robé a nadie— Refunfuño un poco enojada. —Si no me crees, mira.

De la forma más disimulada posible, le paso mi frasco de medicamentos con nerviosismo. Desde que apareció Reese, no puedo dejar de estar nerviosa y eso me molesta bastante, me recuerda mucho a cuando conocí a Rowan.

—¿Medicamento para la depresión? ¿Ustedes se deprimen? Interesante.

—No te lo di para que vieras de que medicamento se trata, te lo di para que vieras que está prescrito para mí, que no se lo robe a nadie.

Le miro por el rabillo de mi ojo de forma breve y trato de tomar el frasco de pastillas, pero él juguetea un poco conmigo, haciendo que mi mano termine por tocar su entrepierna, asustada aparto la mano enseguida, puedo sentir como mis mejillas se ponen calientes.

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