Capítulo 2

En lo personal, no soporto tener que hablar de esto, preferiría mil veces perder mi lado como cambia formas que seguir viviendo con esto, en especial porque no logro controlar bien mi transformación. Resoplo con fuerza y termino de comer lo más rápido posible, estoy harta de escuchar todas estas estupideces.

—¿Sucede algo cielo?

La voz de mi madre me saca de mi trance, levanto la mirada hacia ella con el ceño un poco fruncido; mi familia se siente orgullosa de ser hijos de Gaia y de poder ver el mundo con otros ojos, a diferencia de los humanos, que no son capaces de convivir con los espíritus de la naturaleza.

—No mamá, iré a terminar de estudiar, buenas noches.

Me levanto de mi lugar y me paso a retirar, en estos momentos me hace falta ver a mi hermano mayor Darren; al haber nacido como hijo de la luna, mi hermano ha tenido que presentar su servicio ante un jefe de aldea, para demostrar su lealtad ante la manada, lo bueno es que dentro de poco va a regresar.

Muy entrada la noche todos ya se han ido a dormir menos yo, resoplo con fuerza y pego mi frente a la mesa, me revuelvo el cabello enojada y frustrada por todo lo que estoy viviendo, he ido a rehabilitación y terapia por un año entero, aun así... no he podido superar mi depresión, quiero aparentar que estoy bien, pero no puedo, me levanto de mi silla con brusquedad y me voy a lavar la cara. Estando en el baño, miro mi reflejo en el espejo y veo mi rostro cansado, unos pequeños risos castaños rojizos se cuelan por mi frente levemente mojados, mis ojos rojos reflejan con tristeza lo que veo en el espejo.

Mojo mi rostro repetidas veces, esperando a que el agua se lleve mi mal estar, pero desafortunadamente eso no ocurre, vuelvo a levantar mi rostro mirando hacia el espejo, me doy unos suaves golpecitos en las mejillas, quedando estas un poco rosadas. Tomo una gran bocanada de aire y estando más animada regreso a mi cuarto.

Después de estudiar dos horas, decido cerrar el libro al igual que mi libreta, me desparramo por completo en mi silla y suelto un fuerte resoplo de cansancio, es la primera vez que me pongo a estudiar en exceso, normalmente no me hace falta estudiar tanto, pero debido al medicamento, mi mente se entumece y me cuesta mucho entender algunas cosas. Me sobo los hombros y un suspiro de alivio se me escapa, estiro los brazos y piernas sin levantarme de mi silla, tocan a la puerta y sin esperar a que responda se abre.

Veo el pequeño frasco de medicamentos sobre la mesa y la tomo entre mis dedos, todavía está lleno. Tocan a la puerta y sin esperar una respuesta de mi parte, se abre, revenado a mi madre con una pequeña charola de plástico, sobre ella tiene un vaso con leche y un sándwich, enseguida me levanto para tratar de ayudarla, pero ella no me deja y me aparta de su camino.

—Te traje algo para que comas cielo, casi no tocaste tu cena, así que pensé que tendrías hambre.

—Gracias mamá y lo cierto es que sí.

Me siento a comer lo que me trajo, miro de reojo a mi madre y veo que me está observando de forma disimulada; uno de los rasgos que más me parecen graciosos de mi madre son sus ojos rasgados gracias a su herencia asiática. Carraspeo la garganta, esperando a que me suelte sus preguntas o inquietudes.

—Cariño... no creo que estés lista para volver al campus.

—Mamá, no quiero hable de eso... ya he dicho que quiero volver, no quiero estar encerrada en la casa todo el tiempo.

—Entiendo hija, pero creo que deberías quedarte a vivir en la casa, te llevamos a la escuela y te regresas, como cuando ibas en la secundaria.

—Pero ya no estoy en la secundaria, estoy en mi penúltimo año de preparatoria y quiero volver al campus.

Ella me mira sin estar muy segura de mi decisión, ella insiste en que debo pensármelo mejor y que debería quedarme al menos lo que resta de este curso escolar en la casa, para volver al campus el siguiente año. La discusión con mi madre se hace bastante ruidosa, al punto que mi padre tiene que intervenir, una tensión bastante pesada se ha formado en mi habitación, al punto que podría cortarse con un chuchillo.

Mi padre sospecha la razón por la cual estamos discutiendo, pero aun así decide preguntar. De lo molesta que está mi madre, sus colas y orejas han salido, su pelaje se le nota encrespado y suelta unos pequeños gruñidos, en total desacuerdo por mi decisión.

—Está bien cariño, si esa es tu decisión, entonces te apoyo.

—¿¡Que?! — Exclama ella furiosa y se gira a ver a mi padre con los ojos abiertos de par en par. —¿¡Como piensas permitir que mi bebé vuelva al campus?! ¡Sabes lo peligroso que puede ser y la dejas ir, así como así! Parece que no te importa el bienestar de nuestra hija.

—Lili, claro que me preocupo por ella, no quiero que vuelva, pero...— La voltea a ver, tomándola de los hombros y frotándolos con suavidad. —¿Cómo esperamos que ella supere sus miedos si no la dejamos ser? Nos necesita como familia y debemos apoyarla, si la niña ha decidido volver al campus, debemos apoyarla ¿No crees?

Ella niega repetidas veces con la cabeza, puedo notar como unas pequeñas lagrimas se deslizan por sus mejillas, padre, amablemente las seca con sus dedos pulgares.

—Supongo que sí, es sólo que... no quiero tener que pasar por lo mismo... casi la perdemos una vez, no quiero volver a vivir esa angustia.

—Entiendo cómo te sientes, pero no podemos protegerla eternamente... llegará un momento en que tenga que hacer su vida, lo mejor que podemos hacer es enseñarles nuestro apoyo ¿No crees?

Con las cosas tranquilas, mi madre se lleva los trastes sucios y mi padre besa mi frente, deseándome las buenas noches. Estando sola en mi cuarto, me giro hacia mi escritorio y reviso mi teléfono, Karla ha enviado algunos mensajes, diciéndome que espera con ansias mi regreso y que además... tiene unas excelentes noticias.

A la mañana siguiente me despierto muy temprano por el sonido de mi despertador, de forma torpe lo apago y tiro mi teléfono en mi cama, me tallo la cara con fuerza y resoplo frustrada. Hacía tiempo que no me tenía que levantar tan temprano.

Enseguida me levanto de la cama, busco un cambio de ropa rápido y me encamino al baño. Apenas entro a la ducha, dejo que el agua caliente recorra mi piel, relajándome los músculos y alejando todas las tensiones que sentía anoche; no me gusta discutir con mi madre, pero su insistencia de que me quede me irrita, sé que sólo quiere protegerme y cuidarme.

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