Ay... ¿Josephine podrá hacerle recuperar los recuerdos a Malcolm? ¿o Malcolm recordará todo solito? ummmm enterate en los proximos capitulooos!
Con todo ese entusiasmo que se estaba permitiendo sentir, Josephine pasó a la página 186 y continuó leyendo, sedienta de conocimiento que pudiera devolverle al lobo que amaba. La siguiente página revelaba:«REVERSIÓN: El Vinculum Obumbratio puede revertirse mediante el ritual de Restitutio Vinculi, pero SOLO si se ha realizado una única vez en el sujeto. La aplicación repetida del ritual original crea capas de bloqueo, como cerraduras dentro de cerraduras, haciendo la reversión prácticamente imposible. Los síntomas de un Vinculum Obumbratio múltiple incluyen: dolores de cabeza intensos cuando el sujeto se acerca a un "detonante", pérdida parcial o total de capacidades sensoriales en hombres lobo (especialmente el olfato y oído), y cambios de personalidad progresivos».—Por todos los dioses... —susurró Josephine, recordando el Monasterio Niebla, cuando Malcolm le mencionó que le dolía la cabeza atribuyéndolo al cansancio—. ¿Y si no era cansancio...? —murmuró, volviendo su vista hacia la
HORAS ANTES: CASTILLO WOLFCRESTSarah yacía a su lado en la amplia cama que compartían, con cada uno reclamando silenciosamente su territorio definido: ella en un extremo, él en el otro. Con los primeros rayos del sol entrando por las ventanas del castillo, Malcolm se incorporó cuidadosamente. Sus movimientos, aunque medidos, no pasaron desapercibidos para la loba, quien percibió su ausencia inmediata, pero decidió ignorarla, hundiéndose nuevamente en el cálido abrazo del sueño.El rocío matutino que caía en Altocúmulo aún cubría los jardines del castillo cuando Malcolm, ya aseado y vestido, regresó a la habitación. Se detuvo junto al lecho donde Sarah continuaba descansando y pronunció con voz serena:—Me voy a la casa de entrenamiento —anunció, observando cómo su esposa se giraba entre las sábanas para mirarlo.Los ojos de Sarah, que no estaban tan pesados por el sueño, se enfocaron en él mientras fruncía levemente el ceño.—No puedes quedarte allá durante días, Malcolm —respondió el
Zacary y Lyra dirigieron inmediatamente sus miradas hacia su madre, buscando silenciosamente su aprobación. El pequeño Zacary entrecerró los ojos con desconfianza, y al instante su rostro infantil se endureció con una expresión demasiado madura para su edad.—No nos comprará con dulces, milord —declaró el niño con el ceño profundamente fruncido, y su voz firme a pesar de su corta edad.Josephine aclaró suavemente su garganta mientras colocaba un plato humeante frente a Malcolm. El aroma de las hierbas y especias flotaba entre ellos mientras ella consideraba cuidadosamente sus palabras.—¿Es un regalo sincero para los niños, o realmente intenta comprarlos, milord Alfa? —preguntó con curiosidad, sirviendo después su propia porción antes de ocupar la silla vacía que completaba el cuarteto.Sin poderlo evitar, los ojos de Josephine recorrieron discretamente la escena que tenía ante sí, provocándole un involuntario suspiro. Los cuatro sentados alrededor de la mesa de madera pulida, como una
—Oh —exclamaron Zacary y Lyra al unísono, mostrando la inocencia de niños que no conocían nada sobre intimidad o aromas “lujuriosos”, porque nunca los habían percibido, al menos no dentro o cerca en el Monasterio Niebla.Lyra ladeó ligeramente la cabeza, sus ojitos claros fijos en su madre mientras formulaba una pregunta que hizo que Josephine se tensara visiblemente.—¿Entonces realmente nunca sentiste deseo por la comida ni el vino del Monasterio Niebla, mami? Jamás habías olido así antes.«Por todos los dioses druidas, debo ser más cuidadosa», se reprendió Josephine mentalmente, arrepintiéndose de haber realizado semejante "experimento" en presencia de sus perspicaces cachorros. Sus mejillas aún conservaban el rubor que la delataba mientras buscaba desesperadamente cambiar de tema.—Sí me gustaban —respondió con rapidez, agitando levemente una mano como restando importancia al asunto—. En fin, niños, ¿les gustaría ir a explorar el bosque como ayer?Los ojos de los pequeños se ilumin
Malcolm sentía que las riendas de su autocontrol se deslizaban peligrosamente entre sus dedos. Un calor que no sentía ni siquiera en el lecho con su esposa, ahora invadía su cuerpo mientras un pensamiento salvaje cruzaba su mente: deseaba barrer con un solo movimiento todo lo que reposaba sobre aquella mesa y hacer suya a la Druida allí mismo, sin ceremonias ni protocolos. La intensidad del impulso lo sobresaltó; había venido a hablar con ella, no a dejarse arrastrar por un deseo carnal que lo convertía en la bestia que todos esperaban que «no» fuera.Con un esfuerzo casi doloroso, se apartó bruscamente de Josephine, rompiendo el contacto que amenazaba con consumirlos a ambos. La Druida también retrocedió un paso, con su pecho subiendo y bajando aceleradamente mientras intentaba recuperar el aliento. Una bien disimulada señal de frustración cruzó fugazmente por los ojos de ella antes de que compusiera una expresión de indignación.En un gesto que pretendía restaurar algo de decoro a la
«Narra Josephine»No pude controlar el temblor de mis manos mientras Malcolm deslizaba el anillo en mi dedo. No temblaba por nerviosismo o porque me arrepintiera, temblaba por miedo. Porque allí en los Dominios Elevados, donde solo vivía la élite de los Alfas, amar a quien no debías podía llevarte a la muerte.—La luna y las estrellas son testigos de esta unión —dijo Malcolm, y noté cómo su voz, normalmente firme, también temblaba—. Yo, Malcolm I McTavish, te tomo como mi esposa y compañera de vida, a ti, Josie.Ambos sonreímos cuando me llamó "Josie". Un pequeño momento de complicidad en medio del peligro.—Josephine Fletcher... —susurré, diciéndole mi nombre completo.Malcolm sonrió, mirándome con esos ojos grises azulados que tanto me gustaban, diciendo:—Te tomo como mi esposa y compañera de vida, Josephine Fletcher…En ese momento, nos encontrábamos en una pequeña cabaña abandonada en el borde del "Gran Bosque" que apenas era visible en la oscuridad. Pero dentro de la cabaña, las
«Narra Josephine»Malcolm se tensó mirando hacia la ventana, pude ver cómo su cuerpo ya estaba listo para transformarse y protegerme. Contuvo la respiración, agudizando sus sentidos de Alfa, pero luego, pude ver cómo sus hombros se relajaron y dejó de tener el ceño fruncido.—Solo es un animal —susurró tras unos segundos eternos.Exhalé, pero el miedo no me abandonó. ¿Cómo podría? Estaba a punto de huir con el hijo del segundo hombre más poderoso del reino, un Alfa prometido a la hija de la manada Silvercliff. En el reino había tres familias Alfas poderosas: la familia real, que era la manada Lycanburg, luego estaban los McTavish y seguían los Silvercliff. Malcolm estaba comprometido con la hija de los Silvercliff desde que tenía memoria, ya que esa unión sellaría el control absoluto sobre las minas de aerolita y, con ellas, el poder sobre todos los Dominios Elevados que eran donde vivían los poderosos.Y yo, ¿quién era yo? Una druida huérfana, talentosa sí, pero nacida en las Tierras
ONCE AÑOS DESPUÉSTIERRAS BAJAS: DISTRITO CORONA DE NIEBLA«Narración general»—¡Zacary, no te alejes tanto! —llamó Josephine al ver cómo su hijo de diez años se adelantaba corriendo—. Lyra, cariño, ¿podrías vigilar a tu hermano?—Sí, mami —respondió la niña mirando a su madre—. ¡Zacary! —gritó Lyra—. ¡No te alejes demasiado!—¡Cállate, Lyra, tú no me das órdenes! —replicó el pequeño a su hermana melliza.—¡Zacary! —exclamó Josephine, y bastó con ese tono para que su niño se encogiera de hombros, redujera el paso y esperara a su hermana y a su madre.—Mami, déjame ayudarte con la tinaja, sabes que puedo —pidió Zacary, extendiendo sus brazos hacia el pesado recipiente que su madre cargaba.—No, mi amor, luego sospecharían... recuerda, un niño de diez años no debería poder cargar algo tan pesado. ¿Qué es lo que no deben saber los del pueblo?—No deben saber que soy un lobo, ya lo sé —respondió el pequeño poniendo los ojos en blanco, cansado de escuchar siempre la misma advertencia.—Exa