13. María y el Rey, la caída de un rey
— Despierta dormilona, nos están esperando ya no puedes seguir durmiendo más.—
— Si que puedo, soy la reina!— digo tapando mi cabeza con la almohada.
Eduardo se sube sobre mi y comienza a hacerme cosquillas. No puedo evitar reír sin parar.
— Me rindo, me rindo.— consigo decir entre lágrimas y risas.
Eduardo me mira sonriendo, me pierdo en su mirada y el en la mía, su boca se acerca a la mía y se funden en una sola.
— Por tu culpa bajaremos a desayunar un poco más tarde.— dice levantando mi camisón y sacándolo por mi cabeza....
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La hora ha llegado, después de desayunar nos hemos encaminado hacia los sótanos del palacio. Nunca pensé que este lugar pudiera llegar a ser tan desagradable, el olor a podredumbre, muerte y orines es nauseabundo pero no me queda más remedio que avanzar con la cabeza bien alta, no quiero que nadie pueda percibir mi debilidad ahora que he conseguido el apoyo y el amor de Eduardo.
La puerta de la celda se abre, pasan dos antorchas y las colocan en sendos pedes