Nuestra luna de miel está a punto de acabar y eso me entristece un poco, volver a la capital no es lo que más me agrada en el mundo. Pero no es algo que este en mi mano poder cambiar.

Sabía de sobra lo que pasaría con mi vida al casarme con Carlos, al menos tengo su amor y soy realmente feliz a su lado.

Estoy sentada en la orilla del mar, es tan bonito, tan peligroso y a la vez tan inquietante.

— Si quieres podemos bañarnos, la temperatura es agradable y no hay nadie cerca.— dice mi reciente esposo con una sonrisa grabada en su rostro.

— Sabes sobradamente que no se nadar, y creo que en lo que menos piensas en estos momentos es en eso, o me equivoco?—

— Para nada me conoces a la perfección, ahora vamos al agua...—

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Apenas el carruaje acaba de detenerse en las puertas del palacio. Carlos me ha dicho que está no será nuestra residencia hasta que no seamos coronados reyes. Eso me ha dado un poco de alivio, nosotros viviremos en el palacio de invierno.

Pasamos al comedor allí están sent