Allí, en la zona de arribos, varios autos negros nos esperan. Al frente, con su inconfundible figura recta, está Gerd, quien al vernos alza una mano para saludarnos.
—¡Bienvenidos de vuelta! —exclama con entusiasmo mientras se acerca.
—Gerd, ¡qué gusto verte! —respondo, estrechándolo en un abrazo.