Me lavo las manos y salgo, secándome en el delantal. Supongo que para eso está. Sin embargo, al regresar al mostrador, me detengo en seco: Aisling está riendo animadamente con tres chicos. Tres.
«Cálmate, Kaiser, aquí no», me repito como un mantra.
Sé perfectamente quiénes son. Son sus compañeros